Florencia Olatte comenzó a tocar el bombo legüero desde muy pequeña. Hoy es una de las más destacadas percusionistas de la Patagonia y tiene miles de seguidores.
Flor tenía 7 años cuando estaba jugando al fútbol en el patio de su casa de Cipolletti y decidió pegarle a la pelota con dos palitos. Descubrió que tenía rebote. Siguió probando, hasta que logró el ritmo de chacarera. Algo fuerte sintió en su corazón.
Fue corriendo a mostrarle a su papá, Juan Carlos Olatte, un reconocido músico del folklore de la región, que le dijo que estaba muy bien y que siguiera practicando. Desde entonces, el repique se volvió el pulso de su vida y hoy, 25 años después, incentiva a miles de personas para que también se vuelva el de las suyas.
De alguna forma, Flor siempre habito la música con esa espontaneidad. Aun cuando no llegaba a la mesa, ella andaba metida entre músicos. Su casa era una suerte de sala de ensayo permanente. Si bien su primer contacto con un instrumento fue con el teclado, el bombo la enamoró. Después de largos días de verla insistir con la pelota, su papá pidió un bombo prestado para Flor. Empezó a practicar y estudiar en las guitarreadas y luego, a acompañar a su papá a tocar en las peñas.
Cuando llegó la adolescencia, Flor se volcó más al teclado y se apartó un poco del folklore. Empezó a integrar algunas bandas de rock. En su afán de pertenecer, aunque seguía acompañando a su papá en algunas presentaciones, no le avisaba a nadie que la vaya a ver porque le daba vergüenza. “Sentía que era la única que escuchaba folklore y que eso me hacía rara”, explica. Pero la vida tiene sus vueltas y la identidad se impone. Cuando empezó a estudiar piano en la Escuela de Música, la “retaban porque no podía dejar de tocar música popular y la institución por entonces tenía una impronta de música más académica”. Después de cuatro años, dejó de estudiar piano y volvió a la percusión y al folklore. “Me quedo acá”, dijo y así lo hizo.
Empezó a tocar más seguido: con su papá en Patagonia Trío, con los chicos de la Rústika y muchas otras bandas de la zona. Cada vez que se bajaba del escenario, alguien se acercaba a preguntarle si daba clases, pero ella tímidamente respondía que no. Mientras, sacaba fotos para el diario La Mañana o trabajaba en Casa Bonelli. Recuerda que en un momento entró como administrativa de una empresa, pero se sentía muy mal, encerrada. Antes de apagarse del todo, tomó coraje, se sacó la timidez de encima y empezó a dar clases de bombo. Primero, individuales y en el 2018 abrió el juego a talleres grupales.
“Todo eso me llenaba de placer, pero la bisagra fue la pandemia, me cambió la vida”, asegura.
A contramano de lo que le sucedía al mundo, la pandemia la llevó a Flor a tejes vínculos y redes con más personas de las que alguna vez imaginó, pero lo mejor, es que esa conexión fue a través del bombo legüero. Ya venía generando contenido para sus redes con ejercicios rítmicos, pero se animó a dar clases online en vivo con una gorra virtual y de pronto se dio cuenta que eran un montón. A los meses, enseñaba a cientos de estudiantes de todo el país. Y también, sin darse cuenta, había formado la Comunidad Legüera del Alto Valle.
En cuanto habilitaron las reuniones, hicieron un primer encuentro en el Parque Rosauer de Cipolletti. Después, se mudaron al Parque Jaime de Nevares en Neuquén y cada martes y jueves se reúnen allí a repicar sus legüeros. No sólo es una ronda de música, en esa circularidad colectiva de árbol, cuero, palo y mano, hay un retumbe que llega hasta la propia raíz, porque el bombo es “el jadeo de la tierra”, decía Don Atahualpa Yupanqui.
“De Flor tengo un montón de cosas hermosas que decir, pero una de las que más rescato y valoro es que se haya hecho cargo de la responsabilidad de ser referente del instrumento en el sur. Yo veía que había una plaza de bombo legüero ahí, pero faltaba alguien comandando”, dice Juani Rojas, de la Ronda Legüera, acaso una de las comunidades de bombistas más grandes del país.
“La movida del bombo es hermosa. Ojalá que mucha más gente pueda acercarse a participar, no importa si saben o no, no importa si tienen instrumento o no, todo se puede ir aprendiendo y resolviendo. En este momento, también hay muchos talleres de colegas de excelente calidad. No tengan dudas que el bombo los va a llevar a conocer gente hermosa”, dice Flor.
