¿Más democracia tech?
¿Más democracia tech?

¿Cuánto avanzará este modelo global, considerando la llamada “Ley de Moore”, vigente desde los años sesenta? Ley que proclama, hasta ahora sin equivocarse, que cada dos años los procesadores duplicarán su capacidad de datos. De ahí la burbuja con la poderosa Nvidia en la cima y el crash de agosto originado en Japón, cuando quedó claro que la empresa de hardware no podía cumplir en tiempo y forma con la esperada demanda de chips para usar en IA.

La palabra clave de estas plataformas de música vía IA es “democratizador”, seguida de “empoderador”. Pero no democratizador como el punk o la revolución de sintetizadores baratos a principios de los ochenta. No. Todos pueden hacerlo y, de tan ubicuo, se desvanece en el aire. ¿O cuánto ha mejorado, en términos de artistas conocidos per cápita la cultura musical post-Spotify? Y para sus dueños, estas IA resultan baratas en el mediano o largo plazo; en menos de un año, Suno ya reunió 123 millones de dólares en inversiones.

Pero atentos: Udio ya tiene un hit made-by-AI. BBL Drizzy, una diss track, uno de esos temas que los rappers van subiendo a las redes para atacarse entre sí; una payada moderna sin los derramamientos de sangre de costa a costa de los años noventa. ¿El agraviado? Drake, quien suele chocar con Kendrick Lamar.

En su newsletter, el crítico, historiador, máster en Administración de Empresas y músico Ted Gioia, una de las voces más autorizadas desde varios ámbitos para describir y predecir el estado de la cuestión (anticipó el estallido de la burbuja de la IA de agosto, por ejemplo) sostiene que la música, como elemento histórico, se mueve en círculos. Si la IA no es frenada por litigios, lo será por sobreoferta, hartazgo o la mera necesidad de encontrar algo verdaderamente estimulante para el oído.

Pero cuidado, advierte Gioia: artistas muertos revivirán, y será un negocio descarnado. Como tantas novedades que parecían efímeras, los zombies de la IA pueden haber llegado para quedarse.

Para Gioia, pasarán entre cinco y diez años antes de que la IA se convierta en una constante proveedora de hits. En su razonamiento, si se naturalizó el uso de máquinas de ritmo o del Auto-Tune, ¿por qué no sucedería lo mismo con la IA?

Al final del día, todo se trata de maximizar ganancias a menores costos. “Es casi fuerza esclava dentro de una banda”, escribe Gioia, quien ha padecido que una IA al servicio de algún inescrupuloso haya generado e-books alimentados con sus trabajos y luego firmados por autores inexistentes.

La IA no tiene en su algoritmo la preocupación por pedir créditos o derechos de autor, y mucho menos sabe qué es una tarifa de músicos sindicalizados.