Escuchar música a la hora de estudiar o de hacer trabajos es un hábito muy común entre los estudiantes universitarios. En las bibliotecas, muchas personas optan por ignorar ese silencio frágil y artificial que envuelve las mesas y las estanterías aislándose del exterior mediante el uso de unos auriculares y de una melodía agradable.
Lo mismo pasa en algunas oficinas, aunque en ese contexto aislarse de los demás es más problemático si se trabaja en equipo o en una gran oficina con cubículos abiertos. Haya o no aislamiento, sin embargo, el factor común a estas personas es que ven en la música una herramienta que puede mejorar la concentración, la productividad y la realización de tareas en general.
Pero… ¿es esto cierto? ¿Realmente la música nos ayuda a concentrarnos mejor en lo que estamos haciendo, ya sea memorizar un texto, estudiar acerca de temas complejos o redactar proyectos?
