Si se escribiera una historia de la música contemporánea mundial, debería incluir un capítulo dedicado a Andrés Calamaro. Y no solo por la calidad de sus canciones, sino también por su estilo desenfadado y su protagonismo en la efervescente escena musical post dictadura en la Argentina.
Desde su paso por Los Abuelos de la Nada, ha tenido una intensa carrera como solista, que lo llevó a convertirse en uno de los artistas más influyentes en el mundo de la música de habla hispana.
Su disco Alta suciedad es el segundo álbum argentino más vendido en todo el mundo, con una marca estimada de 900 mil placas, solo superada por El amor después del amor,de Fito Páez.
A pocos meses de presentarse una vez más en el país (Tocará el 29 y 30 de noviembre, y el 3 de diciembre en el Movistar Arena), El Salmón dialogó con El Planeta Urbano sobre su historia hecha de canciones. A continuación, una conversación profunda con un intelectual musical.
–Recibiste tu primer instrumento cuando eras un niño. ¿Tu vocación musical nació en el seno familiar?
–Viene de mi hermana Hebe Rosel y mis cuñados, músicos muy comprometidos, todos con distintos perfiles. Era la época del Di Tella, Les Luthiers, Huerque Mapu, Memo Briseño y Juan Sosa. Todos fueron muy valiosos, estudiosos, intelectuales, militantes y poetas.
–¿A quiénes reconocés como influencias musicales y personales?
–Hubo mucho cine y algunas lecturas contemporáneas. No soy especialista en influencias musicales porque escucho música inimitable, para admirar. En el silencio también sigo cantando, en soledad. Aprendo en el silencio. Tampoco me agrada nombrar músicos influyentes porque respeto el secretismo de mi algoritmo.
–Sos una de las figuras centrales de la historia, no solo del rock argentino. ¿Cuáles considerás que han sido tus aportes?
–Soy un músico “desconocido” a pesar de todo. Los recitales son íntimos en tanto es música en vivo que se disuelve, terminamos de tocar después de una o dos horas. Tampoco creo que la discografía me interpele del todo, hice muchas cosas con la música; grabarla y compartirla es un accidente pop, no puedo comprimirme en éxitos ni en veinte canciones que en algunas partes del mundo conocen. No me importaría si “desaparece” la música, discos o masters. Tampoco me parece que haya demasiada gente dispuesta a escuchar discos enteros todos los días.
–Si vamos a tus comienzos, ¿cómo te llegó la propuesta de sumarte a Los Abuelos de la Nada?
–Miguel [Abuelo] me llamó por teléfono. Unos días antes había llamado a la casa de Eduardo Makaroff y atendí yo. A poco de eso llamó a la casa de mis padres y atendí de nuevo. Estábamos haciendo tiempo para repartir folletos de la Escuela de Mecánica Dental y otra vez llamó Miguel. Supongo que personas de confianza le mencionaron mis escasas habilidades como posibles.
–Integraste varias bandas, incluyendo Proyecto Erekto, que luego derivó en Soda Stereo. ¿Soda tuvo una marca Calamaro?
–Si hubiéramos tenido más tiempo, hubiéramos hecho más cosas. Ya estaba tocando con Héctor (N. de la R.: Zeta Bosio) ensayando en San Fernando. Habíamos tocado el tema “Lanza Perfume” en Canal Nueve. Cuando apareció Gustavo pasamos unas semanas tocando, sí. Hace muchos años que nos conocemos y estoy orgulloso de eso y de haber visto a Soda desde el principio, hasta que se convirtió en monumental.
–¿Qué recuerdos tenés de tu relación con Gustavo Cerati?
–Muchos y muy buenos. Tantos amigos faltan que no puedo pensar realmente y sacar alguna conclusión.
–Charly García produjo “Hotel Calamaro”, tu primer disco solista. ¿Cómo su oído intervino en el producto final?
–Con Charly grabamos tres canciones. Tuvo asistencia perfecta en el estudio; tres muy buenas grabaciones. Creo que fregamos aquel disco porque movimos la velocidad del master, el pitch.
–Con un espacio de mucho reconocimiento ganado en la Argentina, ¿por qué te fuiste a España? ¿Tuviste miedo de perder tu lugar en nuestro país?
–Qué va, estaba complicado para tocar en aquellos años (finales de los ochenta y noventa). Fuera de Soda y Patricio Rey, los demás lo teníamos complicado por variopintos motivos: la existencia de vinilo para prensar, la hiperinflación, los cortes de luz programados y todo aquello que aconteció en aquellos días. Fui a Madrid con ilusión de aventura, sin ambiciones o expectativas, a empezar de cero donde mis triunfos en la Argentina no importaban. Una suma que para la música es bienhechora, renunciar a todo.
